Dispares temáticas, dispares impresiones

23 06 2009

Hoy voy a hablar de tres películas vistas por mí en los últimos días, completamente distintas una de otra, tanto en forma, como en narración; y por supuesto, en satisfacción de resultado.

Comenzaré por la adaptación de la primera novela de la famosísima saga literaria Millenium, del sueco Stieg Larsson. La película, titulada como el primer libro (Los hombres que no amaban a las mujeres), es eminentemente un thriller sobre la investigación del Mickael Blomskit y la misteriosa y tremenda Lisbeth Salander sobre la sobrina del patriarca del imperio Vagner, desaparecida años atrás.

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Si no hubiese leído la novela, simplemente habría tenido la sensación de ver un thriller entretenido, bastante bien rodado, y con personajes peculiares e interesantes. Pero, como no es el caso, la película me causó una terrible decepción, ya que la adaptación no solamente ha obviado muchísimos detalles y circunstancias de los personajes y la trama, sino que ha introducido, de una manera fácil y malintencionada, unas pocas escenas en las que introduce datos y acontecimientos narrados en la segunda novela.

Además, aunque el personaje de Salander está bastante bien descrito y planteado (en gran parte, por un excelente trabajo expresivo y psicológico de la actriz que la encarna), el personaje de Blomskit se reescribe de una manera completamente superficial, cargándose sin piedad a uno de los pilares de la novela, en lo que a los protagonistas se refiere.

Aunque la película no está mal, referida a la novela me parece completamente fallida y superficial, ya que, aunque los libros de Larsson se hayan convertido en absolutos best sellers, la complicada trama investigadora, la profundidad y originalidad de los personajes; y la tensión que te contagia como lector, los hacen, bajo mi punto de vista, dignos de algo mejor que lo que ha realizado el director sueco Niels Arden Oplev.

El mismo día que vi esta película, me puse un DVD que me compró mi padre hace ya unas semanas, cuando vino de visita. La película en cuestión es Perros de Paja, del famoso director británico Sam Peckinpah. El film narra la vida de un astrofísico estadounidense que comienza a vivir en una pequeña población inglesa con su mujer. Huyendo de la violenta Norteamérica, el tranquilo y pacífico matemático se verá obligado a enfrentarse, cada vez más violentamente, a varios de sus vecinos para defender a  su esposa y su casa.

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Esta película, de bastante difícil visión para sensibilidades dentro de la media, es una notable visión artística de la violencia humana. La cámara de Peckinpah capta, minuto a minuto, como la tensión va en aumento, y la sobriedad del formato, unida a la espantosa y pesada niebla típica de las islas británicas, añaden aún más una tensión que no dejas de sentir hasta que comienzan los títulos de crédito.

Gracias a una magnífica dirección, sin tapujos ni decoraciones, y a un reparto brillante, capitaneado por el camaleónico y siempre maravilloso Dustin Hoffman, la película se torna como una creación artística necesaria para entender mejor el lado oscuro y más primitivo de la naturaleza humana.

Por último, ayer mismo pude ver una película difícil de catalogar, a la vez que difícil de olvidar. Se trata de Tres Monos, del director turco Nuri Bilge Ceylan. El film narra la historia de una familia que lucha por su propia estabilidad escondiendo y obviando verdades sabidas e intuidas por los tres miembros. El propio director explica la elección del título de la siguiente manera:

El título Tres Monos viene de la filosofía de Confucio, donde los tres monos tienen un significado positivo que representa la sabiduría: no oyen el mal, no lo ven ni hablan de él… Hoy en día, la metáfora de los tres monos se usa de forma peyorativa, para denunciar la hipocresía de las apariencias.

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El resultado es una película muy pausada, muy pendiente de los pensamientos y reacciones de los miembros de esta familia que pende de un hilo, pero que lucha en el silencio por resistir y permanecer unida. La cámara de Ceylan se concentra en ellos, difuminando los fondos de filmación con desaturaciones y cromas alterados. Las escenas parecen cuadros, con luces y sombras que te cautivan y te unen a los personajes con mayor intensidad y sensibilidad. La fotografía está cuidadísima y, en ocasiones, resulta mágica.

Nunca olvidaré la escena final, con el cielo turco nublándose poco a poco, y oscureciendo la azotea de ese edificio donde todo ocurre, o se evita. Salí de la sala con la sensación de haber visto algo único, de una calidad artística de alto nivel y compromiso.

Es increible como una película tan fantástica, y «galardonada con un premio al mejor director en el festival de Cannes del 2008», pueda haber tardado tanto en llegar a nuestros cines; bueno, en el caso de Madrid, «al cine»; porque sólo la estrenó una sala en toda la ciudad.

Sinceramente, me siento afortunado de haber podido disfrutar de un cine tan interesante, tan estético y tan profundo a la vez.

Y a seguir buscando buenas películas… aunque sea consciente de que erraré de vez en cuando…